El dramaturgo Ulises Rodríguez Febles (Cárdenas, 1968) acaba de publicar en la Editorial Letras Cubanas El concierto y otras obras, en el cual reúne inquietantes obras de teatro que abordan conflictos cotidianos de la realidad cubana. Son, en total, cinco obras: El concierto (por la que recibió el Premio Virgilio Piñera), Carnicería, Huevos, Sputnik y Oráculo.
Los dramaturgos escriben pensando en la puesta en escena. Ahora bien, mientras ese momento llega (si llega), ¿qué significa para ustedes la publicación de un libro?
La posibilidad de legar un material que puede ser llevado a escena o no, como documento literario idóneo para estudiar el drama fuera de la representación, salvando los inconvenientes que se derivan del carácter efímero y multicodificado del teatro. Como dice la pregunta, muy pocas veces un autor puede ver toda su obra en cartelera: eso es un sueño, muy poco confirmado. Ha sido el libro el que nos ha posibilitado conocer toda la gran literatura dramática escrita, o nacida del proceso creativo en la escena, y que después se ha perpetuado – cuando se ha hecho. El libro para el texto dramático es otra forma de vida, la eterna, si se la merece, claro. El libro es de alguna manera... la esperanza.
En El concierto y otras obras, se aprecia una profunda vocación cívica, como adelante Amado del Pino en el prólogo. ¿Qué relación ves entre el teatro y la sociedad? ¿Qué papel asumen el teatro en la misma?
El teatro, en esencia, siempre es contradicción; para mi debe ser cuestionador, provocador, a la vez que honesto, ético... La creación es una responsabilidad artística y social. Un compromiso intelectual con la sociedad que nos tocó vivir. Las obras de este libro son una huella, viva, aunque parezca desapercibida, de una realidad que me impactó, que me inspiró y despertó la necesidad de comunicarme desde la mirada, la vida de otros sobre temas complejos, contradictorios, polémicos, vivos. Martí dijo y yo lo creo, aún con la diversidad estética en que cada cual se manifiesta creadoramente, que “el teatro debe ser el reflejo de la época en que se escribe”. Desde mi perspectiva creadora intento ser consecuente con ello.
La posibilidad de legar un material que puede ser llevado a escena o no, como documento literario idóneo para estudiar el drama fuera de la representación, salvando los inconvenientes que se derivan del carácter efímero y multicodificado del teatro. Como dice la pregunta, muy pocas veces un autor puede ver toda su obra en cartelera: eso es un sueño, muy poco confirmado. Ha sido el libro el que nos ha posibilitado conocer toda la gran literatura dramática escrita, o nacida del proceso creativo en la escena, y que después se ha perpetuado – cuando se ha hecho. El libro para el texto dramático es otra forma de vida, la eterna, si se la merece, claro. El libro es de alguna manera... la esperanza.
En El concierto y otras obras, se aprecia una profunda vocación cívica, como adelante Amado del Pino en el prólogo. ¿Qué relación ves entre el teatro y la sociedad? ¿Qué papel asumen el teatro en la misma?
El teatro, en esencia, siempre es contradicción; para mi debe ser cuestionador, provocador, a la vez que honesto, ético... La creación es una responsabilidad artística y social. Un compromiso intelectual con la sociedad que nos tocó vivir. Las obras de este libro son una huella, viva, aunque parezca desapercibida, de una realidad que me impactó, que me inspiró y despertó la necesidad de comunicarme desde la mirada, la vida de otros sobre temas complejos, contradictorios, polémicos, vivos. Martí dijo y yo lo creo, aún con la diversidad estética en que cada cual se manifiesta creadoramente, que “el teatro debe ser el reflejo de la época en que se escribe”. Desde mi perspectiva creadora intento ser consecuente con ello.