Su momento de leer es la noche. Carilda Oliver Labra no sabe por qué. Tal vez por la serena frescura, o por el silencio y la intimidad que se siente en esos momentos. Cerca de medianoche se acomoda en el sillón y recorre el libro de turno. Termina a las dos o a las tres de la mañana, feliz.
“Esa es una costumbre mía de siempre, he intentado no madrugar tanto pero al final sigo haciéndolo. No puedo contenerme. No puedo acostarme sin haber leído”, dice.
Su ‘carrera’ como lectora la inició bien temprano, en la infancia. Empezó en los libros de texto de las escuelas, pero luego se desplazó hacia otras propuestas que paulatinamente fue teniendo a mano.
“El primer libro que yo tengo en la memoria (que no era un texto de clases) pertenecía a un tío mío. Sin pedir permiso me lo llevé para la casa. vamos a decir que lo tomé prestado. Trataba del Imperio Romano. Tenía como cuatro tomos, yo sólo cogí el uno. No lo entendí, pero tenía unos dibujos que me encantaron. Lo guardé bajo la almohada. Mi madre, por la mañana, al tender la cama, lo descubrió. Tuve que confesar mi pecado y me hicieron devolverlo enseguida.
“En general, en mi casa no había libros que me gustaran. Los que habían eran de mi padre. Él era abogado, dentista y estudiaba medicina. Y todos los títulos que tenía se relacionaban con esas profesiones. Además, los metía bajo llave, en un librero cuyas puertas tenían puestos cristales.”
Hubo dos libros que le transformaron la vida, dos libros que a través de los años han fascinado a los niños cubanos y de otras latitudes: La edad de oro, de José Martí, y Corazón, de Edmundo de Amicis.
“Llegaron a mi vida a través de la escuela. La Edad de Oro se mencionaba en clases. Corazón me lo regaló una maestra.
“La maestra se llamaba Ruperta Berrier. Vivía frente a mi casa. Como tenía 80 años (y así y todo daba clases, porque le gustaba, por vocación), caminaba con dificultad, y yo la acompañaba para ir a la escuela, que estaba a dos cuadras, frente al parquecito de Pueblo Nuevo. Apoyaba su mano derecha en mi hombro, y con la otra tomaba el bastón.
“Un día me regaló Corazón. Adentro le pegó una foto suya, para que siempre la recordara. Lo leí y me encantó.
“Corazón y La Edad de Oro tienen cierto parecido, aunque son dos escrituras distintas. Tienen una atmósfera semejante. Esos dos textos yo siempre se los he leído a mis sobrinos. Son indispensables para los niños.
“Otra cosa que me ayudó bastante fue el Tesoro de la Juventud. Poseía información sobre cualquier tema. Lo revisé muchas veces.
“Ya en la adolescencia, empecé a interesarme por el Derecho. Ayudaba a mi papá a pasar a máquina documentos que debía hacer como abogado. Eso me fue llamando la atención y profundicé en algunos de sus libros.
“¿Libros que interesaron luego? Muchos. En primer lugar los de Martí. Sus discursos, diarios y cartas son maravillosos. Y en general toda su obra. Martí como escritor y pensador se adelantó a su época.
“También he preferido los de Gabriela Mistral, Neruda, Vallejo, Darío, Borges, y los españoles Miguel Hernández, Salinas y Gloria Fuertes. De Cuba, Dulce María Loynaz y Fina García Marruz, sobre todo sus ensayos. Esos son los que tengo en la mente ahora, pero hay otros más. La experiencia de la lectura es algo que jamás termina.”
“Esa es una costumbre mía de siempre, he intentado no madrugar tanto pero al final sigo haciéndolo. No puedo contenerme. No puedo acostarme sin haber leído”, dice.
Su ‘carrera’ como lectora la inició bien temprano, en la infancia. Empezó en los libros de texto de las escuelas, pero luego se desplazó hacia otras propuestas que paulatinamente fue teniendo a mano.
“El primer libro que yo tengo en la memoria (que no era un texto de clases) pertenecía a un tío mío. Sin pedir permiso me lo llevé para la casa. vamos a decir que lo tomé prestado. Trataba del Imperio Romano. Tenía como cuatro tomos, yo sólo cogí el uno. No lo entendí, pero tenía unos dibujos que me encantaron. Lo guardé bajo la almohada. Mi madre, por la mañana, al tender la cama, lo descubrió. Tuve que confesar mi pecado y me hicieron devolverlo enseguida.
“En general, en mi casa no había libros que me gustaran. Los que habían eran de mi padre. Él era abogado, dentista y estudiaba medicina. Y todos los títulos que tenía se relacionaban con esas profesiones. Además, los metía bajo llave, en un librero cuyas puertas tenían puestos cristales.”
Hubo dos libros que le transformaron la vida, dos libros que a través de los años han fascinado a los niños cubanos y de otras latitudes: La edad de oro, de José Martí, y Corazón, de Edmundo de Amicis.
“Llegaron a mi vida a través de la escuela. La Edad de Oro se mencionaba en clases. Corazón me lo regaló una maestra.
“La maestra se llamaba Ruperta Berrier. Vivía frente a mi casa. Como tenía 80 años (y así y todo daba clases, porque le gustaba, por vocación), caminaba con dificultad, y yo la acompañaba para ir a la escuela, que estaba a dos cuadras, frente al parquecito de Pueblo Nuevo. Apoyaba su mano derecha en mi hombro, y con la otra tomaba el bastón.
“Un día me regaló Corazón. Adentro le pegó una foto suya, para que siempre la recordara. Lo leí y me encantó.
“Corazón y La Edad de Oro tienen cierto parecido, aunque son dos escrituras distintas. Tienen una atmósfera semejante. Esos dos textos yo siempre se los he leído a mis sobrinos. Son indispensables para los niños.
“Otra cosa que me ayudó bastante fue el Tesoro de la Juventud. Poseía información sobre cualquier tema. Lo revisé muchas veces.
“Ya en la adolescencia, empecé a interesarme por el Derecho. Ayudaba a mi papá a pasar a máquina documentos que debía hacer como abogado. Eso me fue llamando la atención y profundicé en algunos de sus libros.
“¿Libros que interesaron luego? Muchos. En primer lugar los de Martí. Sus discursos, diarios y cartas son maravillosos. Y en general toda su obra. Martí como escritor y pensador se adelantó a su época.
“También he preferido los de Gabriela Mistral, Neruda, Vallejo, Darío, Borges, y los españoles Miguel Hernández, Salinas y Gloria Fuertes. De Cuba, Dulce María Loynaz y Fina García Marruz, sobre todo sus ensayos. Esos son los que tengo en la mente ahora, pero hay otros más. La experiencia de la lectura es algo que jamás termina.”
1 comentario:
Hola,
Gracias por tu articulo sobre Carilda. Cada vez aparecen más datos, más poesias suyas en la red. Nosotros somos unos adictos a la poesía de Carilda y nos gustaría poder ponernos en contacto con ella. Además de publicar sus poesias en diferentes blogs, Hemos empezado a traducir sus poemas al francés. Dejo la dirección del blog en francés: http://poesiasespanolas.blogs.nouvelobs.com/.
Saludos
Clémence
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