(Publicado en tvyumurí)
Entre dos aguas: la narrativa y la historia, se desplaza desde hace algunos años la labor literaria de Daneris Fernández. Las últimas noticias de este navegar fueron su libro Historia del Teatro Sauto, ganador en 2009 del Premio José Luciano Franco, otorgado cada año al mejor texto histórico dado a conocer en casas editoras provinciales, y el volumen de cuentos Katiuska Molotov y el arsenal ruso, el pasado año premio de la crítica Orlando García Lorenzo, reconocimiento que entrega la filial provincial de la UNEAC en Matanzas.
—Las técnicas literarias se perciben la redacción y en la estructura de Historia... A veces hasta recreas determinadas escenas. ¿No ha traído polémica en ‘el mundo de los historiadores’?
En cierta forma, sí. Pero qué se le va a hacer. Cada cual escoge un camino, un modo de hacer. Y yo me voy por este. Además de la rigurosa investigación, los historiadores tenemos una responsabilidad adicional: lograr que nuestros textos se hallen bien escritos y resulten atractivos.
En tal sentido me adscribo al criterio del historiador Eduardo Vásquez Pérez en cuanto a que no siempre lo entretenido es poco serio y por el mismo motivo no siempre lo aburrido resulta algo riguroso.
A mi modo de ver una buena parte de nuestros investigadores no deslindan entre la tesis doctoral, más académica, más ‘seria’ en su escritura, y el libro, que debe ser más fresco, más fluido, tanto en la redacción como en la estructura.
—La narrativa, es decir, algunos de sus instrumentos, han apoyado tu labor como investigador. Sin embargo, la historia no se ha colado en tu narrativa... ¿Acaso no te atraen las tramas de época?
El hecho de ser un narrador con una formación historicista y de moverme entre esas dos aguas –ya con esta imagen se deduce que no son compartimentos estancos- me ha permitido exorcizar mis demonios equitativamente.
Lo que en verdad me inquieta y seduce es el conocimiento del alma humana, y me interesa además el destino de mi país como nación, como ente político-cultural. La historia me lleva hacia el hombre de otras épocas; la literatura, hacia el hombre contemporáneo.
En cuanto a la historia, le presto mucha a atención a la vida común. Necesito saber cómo se vestían los cubanos del XIX o los de los primeros años del siglo XX, los de los cincuenta, qué comían qué música escuchaban, qué leían, cómo hacían su toilette, como dormían y como se amaban. Te imaginaras que con todos esos datos es fácil sucumbir a la idea de escribir un relato o una novela de época. Pero hasta ahora he resistido la tentación.
—Por cierto, resulta curioso que el modo en que buscas el alma humana contemporánea –siguiendo tu idea– difiere bastante en tus dos libros. ¿Estás de acuerdo son eso?
—En mi primer libro de cuentos, Música de Fondo, mis personajes, sin llegar a estar al margen, se hallaban muy encerrados en sí mismos. Incluso esto se trasmitía a las atmosferas y a las locaciones que construía. Tanto es así, que llegué a acariciar la idea de escribir un libro en el que todas las historias se desarrollaran siempre en una habitación y alrededor de una cama sobre la que siempre habrían dos personajes en conflicto.
En Katiuska …, se aprecia cierta apertura, obligada esta por la exacerbación de la congoja que cerca a sus protagonistas, lo que los impulsa necesariamente a interactuar con los otros. Esto me ha hecho hablar y reflexionar sobre el aquí y el ahora, a esbozar de alguna manera cierta crítica social. Todo vinculado de alguna manera con la historia más reciente. Creo que es este el texto más maduro, el que con más autenticidad ha logrado reflejar esas reflexiones sobre el ser humano.
Entre dos aguas: la narrativa y la historia, se desplaza desde hace algunos años la labor literaria de Daneris Fernández. Las últimas noticias de este navegar fueron su libro Historia del Teatro Sauto, ganador en 2009 del Premio José Luciano Franco, otorgado cada año al mejor texto histórico dado a conocer en casas editoras provinciales, y el volumen de cuentos Katiuska Molotov y el arsenal ruso, el pasado año premio de la crítica Orlando García Lorenzo, reconocimiento que entrega la filial provincial de la UNEAC en Matanzas.
—Las técnicas literarias se perciben la redacción y en la estructura de Historia... A veces hasta recreas determinadas escenas. ¿No ha traído polémica en ‘el mundo de los historiadores’?
En cierta forma, sí. Pero qué se le va a hacer. Cada cual escoge un camino, un modo de hacer. Y yo me voy por este. Además de la rigurosa investigación, los historiadores tenemos una responsabilidad adicional: lograr que nuestros textos se hallen bien escritos y resulten atractivos.
En tal sentido me adscribo al criterio del historiador Eduardo Vásquez Pérez en cuanto a que no siempre lo entretenido es poco serio y por el mismo motivo no siempre lo aburrido resulta algo riguroso.
A mi modo de ver una buena parte de nuestros investigadores no deslindan entre la tesis doctoral, más académica, más ‘seria’ en su escritura, y el libro, que debe ser más fresco, más fluido, tanto en la redacción como en la estructura.
—La narrativa, es decir, algunos de sus instrumentos, han apoyado tu labor como investigador. Sin embargo, la historia no se ha colado en tu narrativa... ¿Acaso no te atraen las tramas de época?
El hecho de ser un narrador con una formación historicista y de moverme entre esas dos aguas –ya con esta imagen se deduce que no son compartimentos estancos- me ha permitido exorcizar mis demonios equitativamente.
Lo que en verdad me inquieta y seduce es el conocimiento del alma humana, y me interesa además el destino de mi país como nación, como ente político-cultural. La historia me lleva hacia el hombre de otras épocas; la literatura, hacia el hombre contemporáneo.
En cuanto a la historia, le presto mucha a atención a la vida común. Necesito saber cómo se vestían los cubanos del XIX o los de los primeros años del siglo XX, los de los cincuenta, qué comían qué música escuchaban, qué leían, cómo hacían su toilette, como dormían y como se amaban. Te imaginaras que con todos esos datos es fácil sucumbir a la idea de escribir un relato o una novela de época. Pero hasta ahora he resistido la tentación.
—Por cierto, resulta curioso que el modo en que buscas el alma humana contemporánea –siguiendo tu idea– difiere bastante en tus dos libros. ¿Estás de acuerdo son eso?
—En mi primer libro de cuentos, Música de Fondo, mis personajes, sin llegar a estar al margen, se hallaban muy encerrados en sí mismos. Incluso esto se trasmitía a las atmosferas y a las locaciones que construía. Tanto es así, que llegué a acariciar la idea de escribir un libro en el que todas las historias se desarrollaran siempre en una habitación y alrededor de una cama sobre la que siempre habrían dos personajes en conflicto.
En Katiuska …, se aprecia cierta apertura, obligada esta por la exacerbación de la congoja que cerca a sus protagonistas, lo que los impulsa necesariamente a interactuar con los otros. Esto me ha hecho hablar y reflexionar sobre el aquí y el ahora, a esbozar de alguna manera cierta crítica social. Todo vinculado de alguna manera con la historia más reciente. Creo que es este el texto más maduro, el que con más autenticidad ha logrado reflejar esas reflexiones sobre el ser humano.