Opus ciudad, un poema de Reinaldo García Blanco dedicado a Santiago de Cuba, acaba de ser publicado en una plaquette que se dio a conocer bajo el sello de Ediciones Vigía, en la provincia de Matanzas.
“Este texto presenta un panorama de esa ciudad desde su fundación hasta nuestros días; es la manera que hallé de alabarla, para hacer énfasis en sus luces, pero también para desde la poesía ayudar a salvarla de los miedos, de las frustraciones, de muchas cargas negativas que hoy la asedian”, confesó el escritor durante la presentación de la plaquette en Vigía.
“No nací en Santiago pero en Santiago he vivido durante más de veinte años, he echado raíces, y sentía que necesitaba decir todo esto, aunque también debo aclarar que el poema puede tomarse como una metáfora que se refiere no solo a Santiago sino también a cualquier ciudad, al país entero, en estos tiempos que corren”.
Premio de poesía América Bobia 2012, certamen anual convocado por Vigía, Opus ciudad fue editado por Estela Ación y cuenta con diseño y dibujos de Marialva Ríos, que para la realización de esta plaquette empleó cartulina, servilletas y papeles blanco, craff y ecológico de diferentes texturas y gramajes.
Reynaldo García Blanco (Sancti Spíritus, 1962), quien reside en Santiago de Cuba, es un destacado poeta cubano con numerosos libros de versos publicados, entre los que se hallan Perros blancos de la aurora (1994), Abaixar las velas (1994), Reverso de la foto dossier (2000), País de hojaldre (2004) y Campos de belleza armada (2007). Ha recibido importantes premios de poesía como el José María Heredia, Pinos Nuevos, Calendario y La Gaceta de Cuba. Mereció además la Distinción por la Cultura Nacional.
Reinaldo había ganado el América Bobia en 1994 con el texto “Adiós naves de Tarsis”, publicado un año después en la propia Vigía, casa editora a la que este autor confiesa encontrarse muy vinculado a través del tiempo.
“Además de estas dos plaquettes, en varias ocasiones Vigía también ha dado espacio a mis poemas en su revista y, por otro lado, en los primeros años de esta editorial, en la época en que dirigía Alfredo Zaldívar, participé frecuentemente en recitales y eventos diversos que se organizaban aquí”.
“Por cierto, recuerdo que cuando venía para acá, siempre que me resultaba posible traía un poco de papel craft que lograba resolver en la farmacia de Sancti Spíritus —donde vivía entonces— o cualquier otro tipo de papel que fuera de utilidad a la editorial”.
Fundada en 1985, Ediciones Vigía se caracteriza por producciones totalmente manufacturadas, esgrafiadas, confeccionadas con papeles de desecho, materiales rústicos, iluminadas a mano y en tiradas de doscientos ejemplares. Es tan peculiar el diálogo entre texto y diseño gráfico, que sus libros se convierten en objetos de arte codiciados por instituciones públicas o coleccionistas privados del mundo.
Tras la presentación de Opus ciudad, se dio a conocer el resultado del premio América Bobia 2013, que le fue otorgado al poema “Zoológico”, de Isván Álvarez Herrero. Se le entregó una mención especial un texto de René Reyes López, y menciones a obras de José Luis Santos Muñoz, Erián Peña Pupo y Elizabeth Soto Pérez.
Dedicado a las letras en la provincia de Matanzas, Cuba. Lo redacta Norge Céspedes, periodista, escritor y editor.
lunes, noviembre 11, 2013
Santiago de Cuba en los versos de Reinaldo García Blanco
Resultados del premio de poesía América Bobia 2013
El poema “Zológico”, de Isván Álvarez Herrero, recibió el premio América Bobia 2013, entre los cerca de 60 textos que participaron en este certamen, convocado anualmente por Vigía, casa editora radicada en la ciudad de Matanzas.
“Zológico” cuenta con un intenso discurso poético, resumen de ansiedades, memoria y con una amplitud referencial sobre el contexto contemporáneo, según en el acta del jurado que integraron Reinaldo García Blanco —ganador de la anterior edición del certamen—, Mirna Figueredo y Hugo Hodelín Santana.
En esta vigésima octava edición del premio América Bobia se le entregó una mención especial al poema “Aseveraciones”, de René Reyes López, y menciones a: “Corazón de Jesús traído por Reina María”, de José Luis Santos Muñoz; “Puerta para huir de la casa”, de Erián Peña Pupo, y “Yo era de Polonia”, de Elizabeth Soto Pérez.
Tras informarse el resultado en una actividad literaria organizada por Vigía, se dio a conocer una plaquette con el texto ganador del premio el pasado año: “Opus ciudad”, de Reinaldo García Blanco, concebido como un homenaje a la ciudad de Santiago de Cuba.
Al realizar la presentación del mismo, el poeta y editor Alfredo Zaldívar dijo que el poema no se quedaba solo en esa ciudad, sino que se convertía además en una especie de metáfora que abarcaba a todas nuestras ciudades, a toda nuestra Isla.
En su intervención, Zaldívar se refirió asimismo a la importancia de que mediante este certamen literario se recordara a América Bobia, poetisa matancera no reconocida lo suficiente en la actualidad, a pesar de contar con una obra significativa recogida en sus libros Ofertorio. Devocionario lírico (1928), El trémolo se aleja (1935) y Arquero del zodíaco (1945).
“Zológico” cuenta con un intenso discurso poético, resumen de ansiedades, memoria y con una amplitud referencial sobre el contexto contemporáneo, según en el acta del jurado que integraron Reinaldo García Blanco —ganador de la anterior edición del certamen—, Mirna Figueredo y Hugo Hodelín Santana.
En esta vigésima octava edición del premio América Bobia se le entregó una mención especial al poema “Aseveraciones”, de René Reyes López, y menciones a: “Corazón de Jesús traído por Reina María”, de José Luis Santos Muñoz; “Puerta para huir de la casa”, de Erián Peña Pupo, y “Yo era de Polonia”, de Elizabeth Soto Pérez.
Tras informarse el resultado en una actividad literaria organizada por Vigía, se dio a conocer una plaquette con el texto ganador del premio el pasado año: “Opus ciudad”, de Reinaldo García Blanco, concebido como un homenaje a la ciudad de Santiago de Cuba.
Al realizar la presentación del mismo, el poeta y editor Alfredo Zaldívar dijo que el poema no se quedaba solo en esa ciudad, sino que se convertía además en una especie de metáfora que abarcaba a todas nuestras ciudades, a toda nuestra Isla.
En su intervención, Zaldívar se refirió asimismo a la importancia de que mediante este certamen literario se recordara a América Bobia, poetisa matancera no reconocida lo suficiente en la actualidad, a pesar de contar con una obra significativa recogida en sus libros Ofertorio. Devocionario lírico (1928), El trémolo se aleja (1935) y Arquero del zodíaco (1945).
Caza Mayor inaugura colección policíaca de Letras Cubanas
Caza Mayor, la última novela de Rubén Vázquez (Matanzas, 1940), ha sido el libro con el que la editorial Letras Cubanas ha inaugurado recientemente la colección El Tiro, que se dedicará a la literatura policial.
“Me parece una buena idea esta colección que particulariza la producción literaria policiaca, lo cual resulta beneficioso para los escritores —que cuentan así con un espacio específico de publicación, sin dudas un aliciente— y para el público, que puede visualizar mejor este tipo de obras, habitualmente muy esperadas”, estimó el autor.
La trama de Caza Mayor se desarrolla en la provincia de Matanzas, en 1995, durante el llamado periodo especial, a partir del asesinato de dos muchachas por un hombre que descubre que solo así, con violencia, supera el trauma sexual que él padece y puede tener relaciones óptimas —por su parte, claro está— con las mujeres. Ambos crímenes desatan las pesquisas, que son guiadas por Manolo, el investigador policial, quien tiene que moverse en un mundo marginal.
Después de ganar el premio de cuento del concurso policial del MININT en 1977, Rubén Vázquez se colocó entre los más conocidos escritores cubano del género durante la década de los ochenta, cuando dio a conocer numerosos títulos, entre los que se encuentran las novelas El caso Ivonne Isabey (1980), Aventura peligrosa (1982) y La venganza del muerto (1983). Tras la publicación de Caza Mayor, son ocho los libros con que cuenta en su currículo, dos de cuentos y los demás novelas.
“Escribir Caza mayor fue difícil. Ha sido común en el proceso de escritura de mis novelas que comiencen con una primera escena donde se describe un crimen. Es como un pie forzado, a partir del cual fluye de inmediato el resto de la trama. En Caza Mayor no ocurrió así. Después que concluí esa escena inicial me trabé. Yo insistía e insistía pero qué va, no me salió una sola letra más. Aquello se me había enfriado. Estamos hablando exactamente de 1993.
“Hay una explicación. En aquel momento, pleno Período Especial, en medio de tantas dificultades materiales como había, yo me encontraba realmente contra la pared y no hallaba ninguna manera para sostener económicamente la vida de mi familia. Era un verdadero reto de vida o muerte lo que entonces enfrentaba el cubano. Todo mi tiempo, toda mi cabeza, se concentraba en pensar, en tratar de resolver esa situación vital. Cuando encontraba un espacio libre y me sentaba a escribir, es lógico que estuviera agotado, sin fuerzas.
“El modo que hallé para sobrevivir fue alquilando mi carro en Varadero, boteando. Pero eso entonces estaba prohibido, había que hacerlo por detrás del telón, y yo lo hacía ilegalmente, no me quedaba más remedio, pero siempre con un susto tremendo, en cualquier momento me podían sorprender como sorprendían a muchos a cada rato. Permanecí boteando cinco o seis años en total.
“Caza Mayor andaba conmigo en esos avatares, de un lado a otro, quiero decir, dentro de mí, dentro de mi cabeza. Al escritor su obra lo persigue a todas partes, esté donde esté, sea en la playa divirtiéndose o conduciendo sigiloso una máquina de alquiler como yo. No lo deja tranquilo hasta que la logra plasmar en una cuartilla, en un libro.
“Pienso que la demora fue beneficiosa para la novela. La volví a pensar, até cabos sueltos y lo más significativo fue que mientras boteaba entré en contacto con el mundo marginal. Hasta entonces no lo conocía tan bien y era el ambiente en que se desenvolvía mi historia. Conocí jineteras, proxenetas, negociantes y otros elementos. Conocí al detalle sus modos de actuar y de vivir, sus maneras de expresarse, sus luces y sus sombras”.
En estos momentos, Rubén Vázquez redacta una nueva novela, aunque “muy lentamente, no al ritmo que quisiera”, debido al escaso tiempo libre que le dejan algunas complicaciones familiares que tiene y su labor de siempre, la de optometrista, profesión de la cual se graduara en 1969 y que sigue ejerciendo actualmente en un policlínico y un hospital de la ciudad de Matanzas.
“Me parece una buena idea esta colección que particulariza la producción literaria policiaca, lo cual resulta beneficioso para los escritores —que cuentan así con un espacio específico de publicación, sin dudas un aliciente— y para el público, que puede visualizar mejor este tipo de obras, habitualmente muy esperadas”, estimó el autor.
La trama de Caza Mayor se desarrolla en la provincia de Matanzas, en 1995, durante el llamado periodo especial, a partir del asesinato de dos muchachas por un hombre que descubre que solo así, con violencia, supera el trauma sexual que él padece y puede tener relaciones óptimas —por su parte, claro está— con las mujeres. Ambos crímenes desatan las pesquisas, que son guiadas por Manolo, el investigador policial, quien tiene que moverse en un mundo marginal.
Después de ganar el premio de cuento del concurso policial del MININT en 1977, Rubén Vázquez se colocó entre los más conocidos escritores cubano del género durante la década de los ochenta, cuando dio a conocer numerosos títulos, entre los que se encuentran las novelas El caso Ivonne Isabey (1980), Aventura peligrosa (1982) y La venganza del muerto (1983). Tras la publicación de Caza Mayor, son ocho los libros con que cuenta en su currículo, dos de cuentos y los demás novelas.
“Escribir Caza mayor fue difícil. Ha sido común en el proceso de escritura de mis novelas que comiencen con una primera escena donde se describe un crimen. Es como un pie forzado, a partir del cual fluye de inmediato el resto de la trama. En Caza Mayor no ocurrió así. Después que concluí esa escena inicial me trabé. Yo insistía e insistía pero qué va, no me salió una sola letra más. Aquello se me había enfriado. Estamos hablando exactamente de 1993.
“Hay una explicación. En aquel momento, pleno Período Especial, en medio de tantas dificultades materiales como había, yo me encontraba realmente contra la pared y no hallaba ninguna manera para sostener económicamente la vida de mi familia. Era un verdadero reto de vida o muerte lo que entonces enfrentaba el cubano. Todo mi tiempo, toda mi cabeza, se concentraba en pensar, en tratar de resolver esa situación vital. Cuando encontraba un espacio libre y me sentaba a escribir, es lógico que estuviera agotado, sin fuerzas.
“El modo que hallé para sobrevivir fue alquilando mi carro en Varadero, boteando. Pero eso entonces estaba prohibido, había que hacerlo por detrás del telón, y yo lo hacía ilegalmente, no me quedaba más remedio, pero siempre con un susto tremendo, en cualquier momento me podían sorprender como sorprendían a muchos a cada rato. Permanecí boteando cinco o seis años en total.
“Caza Mayor andaba conmigo en esos avatares, de un lado a otro, quiero decir, dentro de mí, dentro de mi cabeza. Al escritor su obra lo persigue a todas partes, esté donde esté, sea en la playa divirtiéndose o conduciendo sigiloso una máquina de alquiler como yo. No lo deja tranquilo hasta que la logra plasmar en una cuartilla, en un libro.
“Pienso que la demora fue beneficiosa para la novela. La volví a pensar, até cabos sueltos y lo más significativo fue que mientras boteaba entré en contacto con el mundo marginal. Hasta entonces no lo conocía tan bien y era el ambiente en que se desenvolvía mi historia. Conocí jineteras, proxenetas, negociantes y otros elementos. Conocí al detalle sus modos de actuar y de vivir, sus maneras de expresarse, sus luces y sus sombras”.
En estos momentos, Rubén Vázquez redacta una nueva novela, aunque “muy lentamente, no al ritmo que quisiera”, debido al escaso tiempo libre que le dejan algunas complicaciones familiares que tiene y su labor de siempre, la de optometrista, profesión de la cual se graduara en 1969 y que sigue ejerciendo actualmente en un policlínico y un hospital de la ciudad de Matanzas.
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Reúnen prosa ‘reflexiva’ de la Avellaneda
Un volumen que reúne la prosa ‘reflexiva’ (ensayos, artículos, crítica literaria, semblanzas e impresiones de viaje) de Gertrudis Gómez de Avellaneda será dado a conocer por Ediciones Matanzas, como parte del homenaje que a lo largo del país se le realizará a esta importante escritora cubana, en ocasión de conmemorarse el próximo año el bicentenario de su nacimiento.
“Gómez de Avellaneda, figura clave del romanticismo femenino cubano, llega al presente mediante un carácter y un tono de prosa dinamizado por una tensión intrínseca distinta, que traza una voz autoral peculiar de mayor conceptualización y mucho menos ambigua en relación con sus textos de intención artístico–literaria”, afirma en el prólogo la investigadora Cira Romero, especialista del Instituto de Literatura y Lingüística, quien estuvo a cargo de la compilación de los materiales que dan cuerpo a este libro.
“Pero —continúa Cira— no se trata de que estemos frente a otra Tula —siempre fue la misma—, sino de cara a otro modo expresivo, pues muchas de las ideas vertidas en los trabajos que se agrupan en este volumen pueden ser verificadas, mediante otro lenguaje, en sus obras, sobre todo las de carácter narrativo; o a la manera de citas eruditas en textos como su leyenda “La flor del ángel”, donde coloca una de la obra Los amantes de Teruel, de Hartzenbush. Creo que en el caso de esta autora, su ejecutoria en la prosa no fictiva, sea ensayística o crítica, no debe asumirse como un hecho colateral, sino intencional, programático.”
El libro recoge un total de 24 textos, nunca recopilados por la autora, y la mayoría aún dispersos en las publicaciones periódicas donde colaboró. El tema más recurrente en ellos es el de la mujer, como en sentido general lo fue también en la producción de la Avellaneda en los demás campos literarios que frecuentó: poesía, teatro, novela, epistolario, autobiografía...
Esta preocupación es evidente en “La mujer” y en “Luisa Molina”, los dos ensayos que se incluyen en la recopilación. En el primero aborda la situación a nivel social; en el segundo, profundiza en el quehacer de Luisa Molina, menospreciada poetisa matancera, la cual le sirve a la vez como ejemplo específico de la marginación del sexo femenino desde diversos puntos de vista.
Se presentan además dos artículos: “Lo bueno y lo bello” y “Situación actual del artista”, en tanto en la sección de crítica literaria se incluyen siete materiales, en su momento casi todos prólogos de libros, y entre los que destacan los dedicados a las Poesías, de Luisa Pérez de Zambrana, y Viaje a La Habana, de la condesa de Merlín.
Particular interés revisten también las semblanzas de doce mujeres célebres, que van desde una escritora como Safo hasta Semíramis, reina de Babilonia, y Santa Teresa de Jesús. Mientras se le ve recorrer sus vidas, su quehacer, se nota el interés de la autora por luchar contra la condición subalterna que se le reservaba a la mujer.
Por último, se pone a disposición del lector impresiones de viajes: “Mi última excursión por los Pirineos”, texto que precede a los anexos en los que se incorporan visiones contemporáneas acerca de la prosa ‘reflexiva’ de la Avellaneda: “El discurso crítico de la Avellaneda: fantasma ilustre de la historiografía literaria cubana” y “Estrategia y propuesta de un periodismo marginal”, ambos de Susana Montero.
Obras. Ensayos, artículos, crítica literaria e impresiones de viaje, como se titula el libro, contó con la edición de Alina Bárbara López y Dianelys Gómez y se halla en proceso de impresión en estos momentos.
Gertrudis Gómez de Avellaneda (Camagüey, 1814- Madrid, 1873) produjo novelas como Sab (1841) y Dos mujeres (1842-1843), leyendas como “El aura blanca” y “La velada del helecho”, teatro que cuenta entre sus piezas más destacadas a “Baltasar”, “La hija de las flores” y “Munio Alfonso”, poesía, una autobiografía, un copioso epistolario, impresiones de viajes, crítica literaria…
Cira Romero ha comentado a la prensa que varias editoriales cubanas, en formato impreso o electrónico, se encuentran trabajando también para publicar volúmenes de la Avellaneda, como homenaje al bicentenario de su nacimiento.
Mencionó, entre otros, Correspondencias con Ignacio de Cepeda (Editorial Ácana); las novelas Sab, Dos Mujeres y El artista barquero (las tres en Letras Cubanas) y la selección de poemas Páginas escogidas (Casa de las Américas), así como el Devocionario de la Avellanada (Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana) y una recopilación de 15 ensayos de autores cubanos y extranjeros que abordan su obra, a cargo de Ediciones Unión.
“Gómez de Avellaneda, figura clave del romanticismo femenino cubano, llega al presente mediante un carácter y un tono de prosa dinamizado por una tensión intrínseca distinta, que traza una voz autoral peculiar de mayor conceptualización y mucho menos ambigua en relación con sus textos de intención artístico–literaria”, afirma en el prólogo la investigadora Cira Romero, especialista del Instituto de Literatura y Lingüística, quien estuvo a cargo de la compilación de los materiales que dan cuerpo a este libro.
“Pero —continúa Cira— no se trata de que estemos frente a otra Tula —siempre fue la misma—, sino de cara a otro modo expresivo, pues muchas de las ideas vertidas en los trabajos que se agrupan en este volumen pueden ser verificadas, mediante otro lenguaje, en sus obras, sobre todo las de carácter narrativo; o a la manera de citas eruditas en textos como su leyenda “La flor del ángel”, donde coloca una de la obra Los amantes de Teruel, de Hartzenbush. Creo que en el caso de esta autora, su ejecutoria en la prosa no fictiva, sea ensayística o crítica, no debe asumirse como un hecho colateral, sino intencional, programático.”
El libro recoge un total de 24 textos, nunca recopilados por la autora, y la mayoría aún dispersos en las publicaciones periódicas donde colaboró. El tema más recurrente en ellos es el de la mujer, como en sentido general lo fue también en la producción de la Avellaneda en los demás campos literarios que frecuentó: poesía, teatro, novela, epistolario, autobiografía...
Esta preocupación es evidente en “La mujer” y en “Luisa Molina”, los dos ensayos que se incluyen en la recopilación. En el primero aborda la situación a nivel social; en el segundo, profundiza en el quehacer de Luisa Molina, menospreciada poetisa matancera, la cual le sirve a la vez como ejemplo específico de la marginación del sexo femenino desde diversos puntos de vista.
Se presentan además dos artículos: “Lo bueno y lo bello” y “Situación actual del artista”, en tanto en la sección de crítica literaria se incluyen siete materiales, en su momento casi todos prólogos de libros, y entre los que destacan los dedicados a las Poesías, de Luisa Pérez de Zambrana, y Viaje a La Habana, de la condesa de Merlín.
Particular interés revisten también las semblanzas de doce mujeres célebres, que van desde una escritora como Safo hasta Semíramis, reina de Babilonia, y Santa Teresa de Jesús. Mientras se le ve recorrer sus vidas, su quehacer, se nota el interés de la autora por luchar contra la condición subalterna que se le reservaba a la mujer.
Por último, se pone a disposición del lector impresiones de viajes: “Mi última excursión por los Pirineos”, texto que precede a los anexos en los que se incorporan visiones contemporáneas acerca de la prosa ‘reflexiva’ de la Avellaneda: “El discurso crítico de la Avellaneda: fantasma ilustre de la historiografía literaria cubana” y “Estrategia y propuesta de un periodismo marginal”, ambos de Susana Montero.
Obras. Ensayos, artículos, crítica literaria e impresiones de viaje, como se titula el libro, contó con la edición de Alina Bárbara López y Dianelys Gómez y se halla en proceso de impresión en estos momentos.
Gertrudis Gómez de Avellaneda (Camagüey, 1814- Madrid, 1873) produjo novelas como Sab (1841) y Dos mujeres (1842-1843), leyendas como “El aura blanca” y “La velada del helecho”, teatro que cuenta entre sus piezas más destacadas a “Baltasar”, “La hija de las flores” y “Munio Alfonso”, poesía, una autobiografía, un copioso epistolario, impresiones de viajes, crítica literaria…
Cira Romero ha comentado a la prensa que varias editoriales cubanas, en formato impreso o electrónico, se encuentran trabajando también para publicar volúmenes de la Avellaneda, como homenaje al bicentenario de su nacimiento.
Mencionó, entre otros, Correspondencias con Ignacio de Cepeda (Editorial Ácana); las novelas Sab, Dos Mujeres y El artista barquero (las tres en Letras Cubanas) y la selección de poemas Páginas escogidas (Casa de las Américas), así como el Devocionario de la Avellanada (Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana) y una recopilación de 15 ensayos de autores cubanos y extranjeros que abordan su obra, a cargo de Ediciones Unión.
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