Caza Mayor, la última novela de Rubén Vázquez (Matanzas, 1940), ha sido el libro con el que la editorial Letras Cubanas ha inaugurado recientemente la colección El Tiro, que se dedicará a la literatura policial.
“Me parece una buena idea esta colección que particulariza la producción literaria policiaca, lo cual resulta beneficioso para los escritores —que cuentan así con un espacio específico de publicación, sin dudas un aliciente— y para el público, que puede visualizar mejor este tipo de obras, habitualmente muy esperadas”, estimó el autor.
La trama de Caza Mayor se desarrolla en la provincia de Matanzas, en 1995, durante el llamado periodo especial, a partir del asesinato de dos muchachas por un hombre que descubre que solo así, con violencia, supera el trauma sexual que él padece y puede tener relaciones óptimas —por su parte, claro está— con las mujeres. Ambos crímenes desatan las pesquisas, que son guiadas por Manolo, el investigador policial, quien tiene que moverse en un mundo marginal.
Después de ganar el premio de cuento del concurso policial del MININT en 1977, Rubén Vázquez se colocó entre los más conocidos escritores cubano del género durante la década de los ochenta, cuando dio a conocer numerosos títulos, entre los que se encuentran las novelas El caso Ivonne Isabey (1980), Aventura peligrosa (1982) y La venganza del muerto (1983). Tras la publicación de Caza Mayor, son ocho los libros con que cuenta en su currículo, dos de cuentos y los demás novelas.
“Escribir Caza mayor fue difícil. Ha sido común en el proceso de escritura de mis novelas que comiencen con una primera escena donde se describe un crimen. Es como un pie forzado, a partir del cual fluye de inmediato el resto de la trama. En Caza Mayor no ocurrió así. Después que concluí esa escena inicial me trabé. Yo insistía e insistía pero qué va, no me salió una sola letra más. Aquello se me había enfriado. Estamos hablando exactamente de 1993.
“Hay una explicación. En aquel momento, pleno Período Especial, en medio de tantas dificultades materiales como había, yo me encontraba realmente contra la pared y no hallaba ninguna manera para sostener económicamente la vida de mi familia. Era un verdadero reto de vida o muerte lo que entonces enfrentaba el cubano. Todo mi tiempo, toda mi cabeza, se concentraba en pensar, en tratar de resolver esa situación vital. Cuando encontraba un espacio libre y me sentaba a escribir, es lógico que estuviera agotado, sin fuerzas.
“El modo que hallé para sobrevivir fue alquilando mi carro en Varadero, boteando. Pero eso entonces estaba prohibido, había que hacerlo por detrás del telón, y yo lo hacía ilegalmente, no me quedaba más remedio, pero siempre con un susto tremendo, en cualquier momento me podían sorprender como sorprendían a muchos a cada rato. Permanecí boteando cinco o seis años en total.
“Caza Mayor andaba conmigo en esos avatares, de un lado a otro, quiero decir, dentro de mí, dentro de mi cabeza. Al escritor su obra lo persigue a todas partes, esté donde esté, sea en la playa divirtiéndose o conduciendo sigiloso una máquina de alquiler como yo. No lo deja tranquilo hasta que la logra plasmar en una cuartilla, en un libro.
“Pienso que la demora fue beneficiosa para la novela. La volví a pensar, até cabos sueltos y lo más significativo fue que mientras boteaba entré en contacto con el mundo marginal. Hasta entonces no lo conocía tan bien y era el ambiente en que se desenvolvía mi historia. Conocí jineteras, proxenetas, negociantes y otros elementos. Conocí al detalle sus modos de actuar y de vivir, sus maneras de expresarse, sus luces y sus sombras”.
En estos momentos, Rubén Vázquez redacta una nueva novela, aunque “muy lentamente, no al ritmo que quisiera”, debido al escaso tiempo libre que le dejan algunas complicaciones familiares que tiene y su labor de siempre, la de optometrista, profesión de la cual se graduara en 1969 y que sigue ejerciendo actualmente en un policlínico y un hospital de la ciudad de Matanzas.
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