El poeta cubano José Kozer, radicado en Estados Unidos desde 1960, ha dado a conocer una especie de decálogo, con los fundamentos que él considera de imprescindible cumplimiento por todo aquel que quiere escribir poesía.
Las “Diez Pautas”, como ha denominado en realidad a su decálogo, aparecieron formando parte de la sección de anexos que se encuentra en las páginas finales de Índole, un libro de versos que publicó recientemente en Ediciones Matanzas.
Las formulaciones abarcan diversas perspectivas del proceso de creación, desde actitudes del poeta en relación con su existencia cotidiana hasta señalamientos que se refieren a la parte práctica del oficio.
En la primera de estas recomendaciones alude a la necesidad de estar en contacto directo con las letras en todo momento: “Leer toneladas de libros, leer a todos los poetas de todos los tiempos y culturas, de modo asistemático y a mansalva”.
A su juicio, este hecho “estimula la escritura” pero lo cierto es que implica algo más: es también la entrega, el compromiso absoluto con la literatura, en este caso, con la poesía, y sobre esto abunda en otro de los preceptos, cuando dice: “O se organiza la existencia alrededor de la escritura o no se escribe”.
Sobre el proceso de aprendizaje opina que lo mejor es el estudio de la mala poesía, la buena —según cree— no es aconsejable puesto que esta se acerca demasiado a lo perfecto y entonces no se ve nada. En otro momento dice también que no se debe aprender de los escritores —y mucho menos de los poetas— sino de los músicos, pintores, arquitectos...
Kozer hace recomendaciones prácticas para el proceso de escritura: “la ortodoxia y la simetría pueden acompañar, pero la irregularidad es la mejor compañera”; “Escribir desde un impulso original, plegándonos a la fuerza (no al esfuerzo) de los sentimientos”; “Saber dónde terminar un poema (es algo instintivo), donde soltar la pluma”; “escribir de sopetón; lenta corrección”.
La última pauta insiste en algo que parece elemental, obvio, pero que resulta básico para el poeta: lo importante es escribir: “No evocar, escribir. No pensar, escribir. No mirar, escribir. Tener fe en el arranque (...) dejarse llevar: el poema corre por su cuenta, solo hay que ayudarlo a parir.”
Índoles recoge unos 30 poemas de Kozer. Cuenta con edición de Alfredo Zaldívar y con sobrio diseño de Johann E. Trujillo.
Nacido en La Habana en 1940, Kozer ha dado a conocer a lo largo de su vida cerca de 60 libros y una veintena de plaquettes, y se considera por la mayor parte de los estudiosos como el poeta cubano más relevante de los que han realizado toda su obra fuera de la nación.
Con anterioridad, en Cuba solo se habían publicado tres de sus libros: Réplicas (Ediciones Vigía, 1997), la antología No buscan reflejarse (Letras Cubanas, 2001) y Semimovientes (La Torre de las Letras, 2007).
Las “Diez Pautas”, como ha denominado en realidad a su decálogo, aparecieron formando parte de la sección de anexos que se encuentra en las páginas finales de Índole, un libro de versos que publicó recientemente en Ediciones Matanzas.
Las formulaciones abarcan diversas perspectivas del proceso de creación, desde actitudes del poeta en relación con su existencia cotidiana hasta señalamientos que se refieren a la parte práctica del oficio.
En la primera de estas recomendaciones alude a la necesidad de estar en contacto directo con las letras en todo momento: “Leer toneladas de libros, leer a todos los poetas de todos los tiempos y culturas, de modo asistemático y a mansalva”.
A su juicio, este hecho “estimula la escritura” pero lo cierto es que implica algo más: es también la entrega, el compromiso absoluto con la literatura, en este caso, con la poesía, y sobre esto abunda en otro de los preceptos, cuando dice: “O se organiza la existencia alrededor de la escritura o no se escribe”.
Sobre el proceso de aprendizaje opina que lo mejor es el estudio de la mala poesía, la buena —según cree— no es aconsejable puesto que esta se acerca demasiado a lo perfecto y entonces no se ve nada. En otro momento dice también que no se debe aprender de los escritores —y mucho menos de los poetas— sino de los músicos, pintores, arquitectos...
Kozer hace recomendaciones prácticas para el proceso de escritura: “la ortodoxia y la simetría pueden acompañar, pero la irregularidad es la mejor compañera”; “Escribir desde un impulso original, plegándonos a la fuerza (no al esfuerzo) de los sentimientos”; “Saber dónde terminar un poema (es algo instintivo), donde soltar la pluma”; “escribir de sopetón; lenta corrección”.
La última pauta insiste en algo que parece elemental, obvio, pero que resulta básico para el poeta: lo importante es escribir: “No evocar, escribir. No pensar, escribir. No mirar, escribir. Tener fe en el arranque (...) dejarse llevar: el poema corre por su cuenta, solo hay que ayudarlo a parir.”
Índoles recoge unos 30 poemas de Kozer. Cuenta con edición de Alfredo Zaldívar y con sobrio diseño de Johann E. Trujillo.
Nacido en La Habana en 1940, Kozer ha dado a conocer a lo largo de su vida cerca de 60 libros y una veintena de plaquettes, y se considera por la mayor parte de los estudiosos como el poeta cubano más relevante de los que han realizado toda su obra fuera de la nación.
Con anterioridad, en Cuba solo se habían publicado tres de sus libros: Réplicas (Ediciones Vigía, 1997), la antología No buscan reflejarse (Letras Cubanas, 2001) y Semimovientes (La Torre de las Letras, 2007).
Publicado en Mar Desnudo
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