En su natal ciudad de Colón, Eduardo Marrero ha desarrollado una interesante carrera como historiador, cuyo mérito más reciente fue su libro Julián de Zulueta y Amondo. Promotor del capitalismo en Cuba, que le propició premios como el de la UNEAC y el de la Crítica Científico Técnica.
El personaje que estudió es sumamente contradictorio, y catalogado entre esos que tienen sobre sí más sombras que luces, y que por lo general algunos investigadores evaden enfrentarse a los mismos.
¿Por qué decidiste asumirlo?
La historia no es una suma de hechos y personajes positivos, tampoco una dicotomía; es un mosaico de matices, y desgraciadamente – es comprensible – abundan las publicaciones que tienden a exaltar valores patrios. Siempre me pregunto, ¿en dónde situar a los otros?, porque sin ellos no hay historia posible. También sucede como en la actuación, los personajes “negativos” son los que permiten desarrollar con amplitud e intensidad las posibilidades de la creación.
Zulueta estuvo involucrado en cuanto negocio sucio hubo en el siglo XIX cubano, desde la trata de africanos y chinos hasta el contrabando de harinas, de ahí su enorme fortuna que le posibilitó fijar muchas de las estructuras económicas que perduraron por años.
De tus cinco libros publicados, tres son biografías. ¿Intencionalidad?
El género te permite contar con amplitud; la figura es el pretexto para hablar de economía, política, vestuario, música, teatro... durante un período relativamente largo. Siempre digo que no se trata de escribir la historia de Roma sentado en el parque de Matanzas, sino de escribir la historia de Matanzas sentado en un parque de Roma; entonces lo local o regional -que siempre son relativos– se enmascaran o desaparecen.
¿Prejuicios hacia otros géneros?
Cada hecho exige un modo narrativo, cuando no funciona la biografía recurro a otras expresiones, incluyendo la novela y el cuento, que a veces te permiten decir más. El soslayar estos cauces hace que se pierdan muchas historias interesantes, y muchos historiadores. En Zulueta, por ejemplo, comienzo los capítulos moviendo el discurso del presente al pasado, una licencia poco inusual para la “historia pura” y que algunos amigos me censuraron en el manuscrito. Tal vez lo “negativo” del personaje y estas transgresiones han contribuido a la buena acogida del libro.
¿Y el futuro?
Más despejado. Ya está en proceso editorial - en Ediciones Matanzas – Julio Reyes Cairo, donde volvemos al empeño – es en coautoría con Miriam Hernández - de desacralizar al héroe, porque mientras más humanos sean son más reales. Fue un joven con una actuación increíble, asaltado por inquietudes políticas, existenciales, deportivas, cognoscitivas. Murió, o fue asesinado, precisamente en la búsqueda de esas respuestas. Son tantos los proyectos que estoy por pedir una segunda vida.
El personaje que estudió es sumamente contradictorio, y catalogado entre esos que tienen sobre sí más sombras que luces, y que por lo general algunos investigadores evaden enfrentarse a los mismos.
¿Por qué decidiste asumirlo?
La historia no es una suma de hechos y personajes positivos, tampoco una dicotomía; es un mosaico de matices, y desgraciadamente – es comprensible – abundan las publicaciones que tienden a exaltar valores patrios. Siempre me pregunto, ¿en dónde situar a los otros?, porque sin ellos no hay historia posible. También sucede como en la actuación, los personajes “negativos” son los que permiten desarrollar con amplitud e intensidad las posibilidades de la creación.
Zulueta estuvo involucrado en cuanto negocio sucio hubo en el siglo XIX cubano, desde la trata de africanos y chinos hasta el contrabando de harinas, de ahí su enorme fortuna que le posibilitó fijar muchas de las estructuras económicas que perduraron por años.
De tus cinco libros publicados, tres son biografías. ¿Intencionalidad?
El género te permite contar con amplitud; la figura es el pretexto para hablar de economía, política, vestuario, música, teatro... durante un período relativamente largo. Siempre digo que no se trata de escribir la historia de Roma sentado en el parque de Matanzas, sino de escribir la historia de Matanzas sentado en un parque de Roma; entonces lo local o regional -que siempre son relativos– se enmascaran o desaparecen.
¿Prejuicios hacia otros géneros?
Cada hecho exige un modo narrativo, cuando no funciona la biografía recurro a otras expresiones, incluyendo la novela y el cuento, que a veces te permiten decir más. El soslayar estos cauces hace que se pierdan muchas historias interesantes, y muchos historiadores. En Zulueta, por ejemplo, comienzo los capítulos moviendo el discurso del presente al pasado, una licencia poco inusual para la “historia pura” y que algunos amigos me censuraron en el manuscrito. Tal vez lo “negativo” del personaje y estas transgresiones han contribuido a la buena acogida del libro.
¿Y el futuro?
Más despejado. Ya está en proceso editorial - en Ediciones Matanzas – Julio Reyes Cairo, donde volvemos al empeño – es en coautoría con Miriam Hernández - de desacralizar al héroe, porque mientras más humanos sean son más reales. Fue un joven con una actuación increíble, asaltado por inquietudes políticas, existenciales, deportivas, cognoscitivas. Murió, o fue asesinado, precisamente en la búsqueda de esas respuestas. Son tantos los proyectos que estoy por pedir una segunda vida.
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