Acercarse al niño de hoy, a sus inquietudes esenciales, a su sensibilidad y modo de apreciar lo circundante resulta fundamental para concebir una literatura infantil más auténtica, más atractiva.
En torno a esos y otros aspectos se reflexionó en el coloquio Retos de la literatura infantil en la contemporaneidad, realizado ayer en el Museo Provincial Palacio de Junco.
Según el escritor Eldys Baratute, siempre es importante saber qué es lo que piensan los niños de la Cuba actual, o de lo contrario se produciría una total incomunicación con ellos, con sus principales destinatarios. Llegar a ellos es el sentido mismo de la literatura infantil. De modo que si no se logra, entonces todo sería un fracaso.
Ana María Valenzuela opinó que se debían tratar, sin rubor ninguno, con claridad, todos los temas, todas las cosas que están al alcance de los más pequeños. Taparlas no lleva a ningún sitio, no los ayuda a entender lo que ven, lo que les preocupa. Hay que decirles, hay que explicarles. En ese sentido, José Manuel Espino añadió que era bueno que el creador tratara de ponerse en el lugar de los niños, y que escribiera para ellos, para responder a sus necesidades inmediatas.
Por otro lado, Esteban Llorach, Premio Nacional de Edición, agregó que para lograr un resultado artístico más efectivo el escritor necesitaba realizar una lectura de sí mismo, de la comunidad, del país, y sólo entonces hacer su propuesta. Así coincidiría o al menos se acercaría bastante a la realidad de su público, que, por tanto, se sentiría identificado.
Por supuesto, quedó claro que la aproximación a los pequeños lectores también puede facilitarse mediante las propias características del libro como objeto, o, mejor, como todo, como propuesta integral en la que además de la labor del escritor cuenta bastante lo hecho por editores, diseñadores, ilustradores e incluso impresores.
Esos factores necesitan ponerse en contacto con el mundo moderno, interactuar. La televisión, la computación, Internet... y otros fenómenos han provocado modificaciones considerables en diversos conceptos en ese sentido.
Por cierto, al hablar de esos elementos de la contemporaneidad, suele pensarse (sea en la literatura para adultos o en la infantil) en que pudieran hacer desaparecer al libro de la faz de la tierra. Pero Olga Marta Pérez cree infundados los temores. Piensa que todo puede coexistir. Y que nada sustituirá el diálogo íntimo que se sostiene con el libro. “La literatura infantil siempre seguirá existiendo; ahora bien, lo que debemos es hacerla mejor”, dijo.
En torno a esos y otros aspectos se reflexionó en el coloquio Retos de la literatura infantil en la contemporaneidad, realizado ayer en el Museo Provincial Palacio de Junco.
Según el escritor Eldys Baratute, siempre es importante saber qué es lo que piensan los niños de la Cuba actual, o de lo contrario se produciría una total incomunicación con ellos, con sus principales destinatarios. Llegar a ellos es el sentido mismo de la literatura infantil. De modo que si no se logra, entonces todo sería un fracaso.
Ana María Valenzuela opinó que se debían tratar, sin rubor ninguno, con claridad, todos los temas, todas las cosas que están al alcance de los más pequeños. Taparlas no lleva a ningún sitio, no los ayuda a entender lo que ven, lo que les preocupa. Hay que decirles, hay que explicarles. En ese sentido, José Manuel Espino añadió que era bueno que el creador tratara de ponerse en el lugar de los niños, y que escribiera para ellos, para responder a sus necesidades inmediatas.
Por otro lado, Esteban Llorach, Premio Nacional de Edición, agregó que para lograr un resultado artístico más efectivo el escritor necesitaba realizar una lectura de sí mismo, de la comunidad, del país, y sólo entonces hacer su propuesta. Así coincidiría o al menos se acercaría bastante a la realidad de su público, que, por tanto, se sentiría identificado.
Por supuesto, quedó claro que la aproximación a los pequeños lectores también puede facilitarse mediante las propias características del libro como objeto, o, mejor, como todo, como propuesta integral en la que además de la labor del escritor cuenta bastante lo hecho por editores, diseñadores, ilustradores e incluso impresores.
Esos factores necesitan ponerse en contacto con el mundo moderno, interactuar. La televisión, la computación, Internet... y otros fenómenos han provocado modificaciones considerables en diversos conceptos en ese sentido.
Por cierto, al hablar de esos elementos de la contemporaneidad, suele pensarse (sea en la literatura para adultos o en la infantil) en que pudieran hacer desaparecer al libro de la faz de la tierra. Pero Olga Marta Pérez cree infundados los temores. Piensa que todo puede coexistir. Y que nada sustituirá el diálogo íntimo que se sostiene con el libro. “La literatura infantil siempre seguirá existiendo; ahora bien, lo que debemos es hacerla mejor”, dijo.
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